Título: He visto las calles ardiendo otra vez
Seudónimo: El Becino
Llevaba mi zenit lista, rollo pasado, ajustados los detalles, de zapatillas, buzo y un gorrito. “¿De que es la marcha?” Me preguntan antes de salir. “Es por la educación, pa que no tenga que andar endeudado, en DICOM”, respondo tragándome el té. Y un “bueno, entonces no te metía en weas y estudia una wea que te de plata”, viene de vuelta. Así el “tolerancia cero” espontáneo y hogareño, se termina con un “ya, chao, ahí nos vemos”. Son las diez con veinte, y en la esquina convenida no llega el “Jiman”, mi parner, amigo y compañero. Así que me largo. De la esquina a la micro, de la micro al metro, del metro a Plaza Italia, todo viaje es así de liviano mientras se escucha un disco de Los Clash. Llego, son las once y un cuarto, y los secundarios en su entusiasmo infinito, comienza a desbordar la plaza, se toman las calles, son muchos, son caleta. Los lienzos se extienden, las consignas se escuchan, y se forma ese ruido bello de cuando las calles arden de gente otra vez, mientras saco la primera foto. Y, sin previo aviso, en un abrir y cerrar de ojos estaba en medio de una nube de lacrimógenas, gritos, sirenas y agua hedionda. Pasados los años, aun se rumorea que la marcha no era autorizada, que el capitán a cargo de fuerzas especiales es un desclasado, que el gobierno es fascista, y que la lucha de los estudiantes aun sigue siendo legitima.
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