Título: “Advirtiendo lo omitido”
Seudónimo: Gianpiero
Me siento en el cómodo sillón y tomo el control remoto. La enciendo. Me encuentro en la atonía máxima. Fue un día agitado en el trabajo. Hora de noticias. Mi cuerpo carece del brío que lo caracteriza, tengo la impresión de que soy arena impulsada por el viento. La televisión no me alza el ánimo. Delincuencia, homicidios, drogas. Contrasta con el turismo y paisajes que me exponen con aires comerciales. No soy tonto. ¿Lo soy? Creo que no. A lo lejos advierto un eco. Escucho un grito. No. Son varios gritos. No le doy mayor atención, la televisión me prohíbe escucharlo. Pero aun así lo escucho. Inesperadamente empiezo a ver borroso, como si estuviera observando a través del agua. Me desespero. Sin querer –o más bien con toda la intención posible- apagué el televisor. Mi corazón late presurosamente. Me siento con energía, como si hubiera dormido largos años. Siento ganas de salir y gritar vigorosamente. Sí. Gritar. Me acuerdo de los gritos que escuché y eludí. Ahora entiendo. Antes de salir me aseguré de guardarlo. No perdí más tiempo y salí a apoyar a mis pares. Llamé a varios pero estaban durmiendo. Ya me iba a preocupar de despertarlos. Corrí. Mientras corría capté caras de descontento, caras de fuerza. Todos con un mismo objetivo, todos expresando profundos sentimientos ahogados durante tantos años. Somos muchos luchando. Nunca tuve tanta felicidad. Súbitamente me paro en medio de la calle y grito: “¿Educación gratuita y de calidad es tanto pedir?”.
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